¡No me llames princesa!
Se volvió de moda esto de ser una princesa de alguien, del papá, del novio, del esposo, de la mamá. La princesa de la abuela, de la casa, del castillo, del Señor, del colegio, de la iglesia. Siempre "la princesa de: " pertenecemos a alguien, somos de alguien. Si revisamos al estricto estereotipo de la princesa, no salen bien libradas y no suena bien, pero repetimos las cosas sin pensarlo, así funcionamos. Las princesas tradicionales están esperando siempre que un hombre las rescate, las escoja, las saque del letargo, les devuelva la vida con un beso, las libere, les de la felicidad. Asumen un rol pasivo y hasta humillante, porque deben guardar silencio ante el príncipe y hablar cuando se les ordena. También esperan un príncipe, ojalá azul, y que llegue en un caballo y que no toque negociar nada con él, que tenga la cara cuadrada y un mechón en la cara y hable como cantando. Esa es la princesa de Disney y todo lo que se le parece. Las princesas ...