¡No me llames princesa!

Se volvió de moda esto de ser una princesa de alguien, del papá, del novio, del esposo, de la mamá. La princesa de la abuela, de la casa, del castillo, del Señor, del colegio, de la iglesia. Siempre "la princesa de: " pertenecemos a alguien, somos de alguien.


Si revisamos al estricto estereotipo de la princesa, no salen bien libradas y no suena bien, pero repetimos las cosas sin pensarlo, así funcionamos.  Las princesas tradicionales están esperando siempre que un hombre las rescate, las escoja, las saque del letargo, les devuelva la vida con un beso, las libere, les de la felicidad. Asumen un rol pasivo y hasta humillante, porque deben guardar silencio ante el príncipe y hablar cuando se les ordena. También esperan un príncipe, ojalá azul, y que llegue en un caballo  y que no toque negociar nada con él, que tenga la cara cuadrada y un mechón en la cara y hable como cantando. Esa es la princesa de Disney y todo lo que se le parece. 

Las princesas que figuran en las revistas de farándula, hoy en día,  son adornos en eventos sociales y deben guardar siempre una postura discreta. Una mujer, que se muestra incapaz de tomar decisiones. Las que aparecen, especialmente en las revistas españolas, son casi todas blancas, muy delgadas, prudentes a rabiar, guardan estrictos protocolos de conducta y deben pedir permiso hasta para cortarse el cabello.  Al parecer viven en castillos  y van a muchos eventos sociales. Toda la fantasía que les rodea es mágica. Esta parte del rol no está nada mal, dinero, fiestas, buena comida, hoteles,viajes, esa parte me gusta. 

Sin embargo, se puso de moda la palabra, el gesto, la fantasía, la imagen de esa mujer que parecería no correr ningún riesgo y se reproduce la idea, sin reconocer que eso es un cuento, desconociendo qué es una princesa en el mundo real, sin príncipes azules, ni castillos, ni súbditos y que se debe enfrentar a un mundo lleno de retos en donde deberá ser una “princesa empoderada” llena de mucho amor propio y determinación para ocupar un rol protagonista en su contexto. 

¿Por qué le contamos a nuestros niños la misma historia de Disney? ¿Qué otros relatos podemos contarles igual de divertidos, poéticos y heroicos?¿Qué otro tipo de mujeres hay en los cuentos?¿No sería mejor ser reina que princesa? Al menos la reina suena a que tiene poder  ¿No sería mejor decirles que son lo que son y que no necesitan parecerse a nadie?

Vengo de una familia de "princesas"que trabajan, de esas que hablamos fuerte y somos rebeldonas.  De esas que nos encanta estudiar y viajar, probar, amar sin limites, divertirse, arriesgar, no pedir permiso, transgredir. Personalmente la princesa de Disney no es mi fuerte. He conocido princesas empoderadas amas de casa y otras ejecutivas, con hijos y diversas, de distintos colores, y nunca conocí a la del súper vestido gigante (sólo en fiestas) 

Todas las mujeres estamos en búsquedas increíbles, por eso, espero que todas esas niñas que tienen el título de princesa en sus hogares, puedan diferenciar entre el juego y la realidad que supone ser una mujer única.  De esas que tienen múltiples coronas en cabezas que son tan variadas como fascinantes. Ojalá que la comunidad de padres que hoy les dice princesas, pueda asumir la responsabilidad de contarles el cuento bien contado. 

A propósito, Nadia Fink, autora de la colección de cuentos "Antiprincesas" estará en el  Carnaval de las Artes 2016, espero poder escucharle el cuento. Ver más

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