EL MIEDO, MI COLECCIÓN

Con más de 5 mil películas de terror vistas y una colección de cientos de muñecos de ciencia ficción,  Yeener Forero, combina su afición por el cine  de terror con su oficio como peluquero. Dos extremos estéticos que enmarcan su personalidad, que transita por el gusto entre lo bello y lo raro.

En una pelea cuerpo a cuerpo, un perro de mediana estatura con colmillos latentes, hambriento, con el hocico babeando, se enfrenta a un hombre musculoso, descamisado, que espera ansioso combatirle apenas con unos guantes de boxeo. Ninguno parece tener miedo. La atmosfera está cubierta de sudor. El público observa la pelea, son rostros con  expresiones exageradas llenas de placer por el dolor, sevicia de quien ha apostado por la muerte y espera su recompensa.

El perro está fuertemente custodiado. Su amo, en el otro costado del cuadrilátero, lo tira de una cadena metálica que suelta con apuro apenas escucha la orden de inicio del combate. En ese instante, el perro se abalanza sobre su oponente y su contrincante lo espera con puños y dientes.  En segundos, la sangre anuncia que ambos han sido heridos, a juzgar por el rostro del de dos patas, este primer round no ha sido a su favor, pero espera una revancha, así que en el próximo cuadro, muerde sin piedad al perro y la sangre se extiende por todo el cuadrilátero. Es una batalla de carnes ensangrentadas y miembros despedazados. Es posible ver la cara del perro, obedece a la orden de matar y la de su oponente, ambos esperan en cada round su propia sentencia.

Desconozco el final.  No es el tipo de película que escogería para un domingo. Es un corto de terror, pero en la habitación donde se exhibe no se escuchan gritos de horror, ni se nota a nadie tapándose los ojos (excepto por la periodista).  Todos miran de manera natural. Sólo se escuchan comentarios casi que intelectuales sobre la película: “ese corto tiene una excelente fotografía y sin duda, el mejor actor es el perro”.  No hay  vacilaciones para el comentario de Yeener Forero, (30), quien sin ningún asomo de asombro, parece verla con ojos de crítico y acérrimo conocedor de lo que habla. No en vano se ha “comido” – tal como el mismo lo dice -  más de 5 mil películas como esta.

A Forero no le asustan estos cuentos de horror. Se volvió inmune -cuenta él- desde muy niño, cuando se escapaba de clase a ver películas al centro de Barranquilla atraído por los carteles. “Lo que hacen ahora no se compara con la calidad de los antes”, reciente. Por eso, hace años que no va a cine y completa su colección a través de redes de fanáticos por internet, compras online y trueque entre aficionados en otras ciudades de Colombia. En Barranquilla, su ciudad natal, hay un grupo tímido de seguidores del género, por eso rebusca en otras latitudes.

Para él, ningún otro género entra en su lista y como buen coleccionista, clasifica y ordena en cientos de cuadernos detalles como quien fue el director de fotografía, nombre del director y año de realización. Lo suyo es comérselas todas, especialmente antes de dormir, porque le relajan y le ayudan a conciliar el sueño.

Sigue la exhibición de películas de terror. Ahora es el turno para ver a mujeres sadomasoquistas empalando a hombres desnudos. Forero comienza a explicar el tema de los planos, los efectos visuales y el ritmo de la secuencia.  Dejo de ver.  Me centro en los cientos de muñecos que atestan su cuarto, clasificados por serie o película. “Lo mío es la ciencia ficción y el terror”. Así que ahí están al lado de su cama, Dark Vader, Yoda, He-Man, SuperMan – las tortugas Ninja, sus favoritas. Ya las tiene tatuadas.

 Son tantos, que la lista podría no terminar. Cada uno está milimétricamente ubicado en sus repisas. Su dueño sabe dónde están y le causa un cuadro de estrés agudo, si alguno, por pequeño que sea, se pierde de su área visual. Así que si alguien quiere jugarle una broma, sólo es que mueva unas de sus piezas de colección.  Él explica que eso hace parte de su cuadro obsesivo. No hay duda.

Podría decirse que es una colección de lo raro, de lo kitsch, porque reposan también recortes de periódicos como “El Espacio” y “ Al día”, un diario local que juega a los titulares con morbo amarillista. Una biblioteca sólo con textos sobre el género y todo un compilado sobre efectos especiales en el cine.  Eso también le gusta, tanto como le gusta embellecer a sus clientes en su peluquería. Entonces ahí el cliché no encaja, porque a Forero le gusta la belleza tanto como el horror. No viste de negro, ni tiene las uñas con esmalte negro.  Es lo que uno llamaría, un tipo normal,  quien convive, con estos gustos extremos y con una necesidad profunda por memorizar el nombre de sus muñecos y películas.  Dice que su memoria solo funciona para eso: “no puedo desperdiciar espacio en mi disco duro con el nombre de una persona real”.

Como si se tratara de alguno de los superhéroes que admira,  él también tiene variadas facetas. Cambia de frecuencia con facilidad y de un momento a otro puede pasar de hablar de cine de terror a comentar sobre  tendencias y creatividad en cortes de cabello. Le gusta mucho lo que hace. Sobre todo, porque el oficio lo heredó de su padre, un barbero de vieja data, quien le apoyó todo el tiempo en su afición: “mi papá me compraba las películas”. En este punto se quiebra su entereza y deja ver al niño a quien le acolitaban sus travesuras y al personaje que marcó su vida y que hoy ya no está con él: “prefiero pensar que está de viaje”.

Siguió con el negocio familiar, pero su peluquería, como era de esperarse, está decorada con divertidos comics de acción. Allí su silla de peluquero tampoco es convencional. Lo rodean más de 8 ventanas con espejos. Se refleja nuevamente su tono exagerado y  esta vez,  narciso.  Permite, con todo el morbo, que, mientras él corta el cabello, sus clientes se puedan ver sin descanso y en distintos ángulos, en un juego visual que se asemeja a un caleidoscopio, sin distorsión, que divierte y relaja.  Es otra de sus colecciones.

Volvemos a su otra personalidad y hablamos de “ABC of Death”. “Los cortos que te mostré son de esa colección”, dice, agregando que hay un corto por cada letra del abecedario y recalca que espera, antes de morir ver más de 8 mil películas. Su cerebro es una gran central que se abastece con su afición y espera seguirla llenando sin descanso y sobre todo, sin miedo. El número es bastante amplio, así que le planteó algunos nombres de clásicos del cine, que tal vez, esté interesado en ver. Le hablo de algunas europeas. Por un momento pienso que le he convencido, porque pregunta de qué se tratan, pero sin titubear, dice: “ ¿viste el corto del hombre mordiendo al perro, cierto? bueno, entonces, sabrás que no las voy a ver. No huelen a sarna”.





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