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Mostrando entradas de 2016

La mujer quedá o sobre las etiquetas personales

Para la sociedad barranquillera, no se si colombiana,  pertenezco al grupo de aquellas mujeres que se quedaron. Un tren repleto de hombres guapos, diligentes  y sin reparos pasó frente a mi ventana y no lo vi.  Eres soltera y mayor de 30, sin hijos, cumples todos los requisitos para engrosar las filas de ciegas exigentes que no se movieron de la estación para instalarse en el vagón de la felicidad. Cuando la sociedad no puede ver que la felicidad puede venir en distintas presentaciones, etiqueta a quien no cumple con los plazos supuestamente establecidos para cumplir con ciertos rituales sociales. En china, a estas mujeres que "no cumplen", por ejemplo, las llaman mujeres sobrantes , y al igual que acá somos las responsables de seguir en la estación sin tiquete porque " algo debemos estar haciendo mal" La etiqueta se pone fácil, pelea contra distintas esencias y formas de ver la vida. Se debate con las circunstancias particu...

¡No me llames princesa!

Se volvió de moda esto de ser una princesa de alguien, del papá, del novio, del esposo, de la mamá. La princesa de la abuela, de la casa, del castillo, del Señor, del colegio, de la iglesia. Siempre "la princesa de: " pertenecemos a alguien, somos de alguien. Si revisamos al estricto estereotipo de la princesa, no salen bien libradas y no suena bien, pero repetimos las cosas sin pensarlo, así funcionamos.  Las princesas tradicionales están esperando siempre que un hombre las rescate, las escoja, las saque del letargo, les devuelva la vida con un beso, las libere, les de la felicidad. Asumen un rol pasivo y hasta humillante, porque deben guardar silencio ante el príncipe y hablar cuando se les ordena. También esperan un príncipe, ojalá azul, y que llegue en un caballo  y que no toque negociar nada con él, que tenga la cara cuadrada y un mechón en la cara y hable como cantando. Esa es la princesa de Disney y todo lo que se le parece.  Las princesas ...