El mar tiene rincones

Llegué  a Rincón del Mar, Sucre, sin mayor prevenciones. Tan solo llevaba conmigo una pequeña maleta, la dirección del hostal donde nos quedaríamos, mis amigas y yo, y los ojos cargados de expectativa nerviosa.

Es lo que uno llama un paraje, un lejos que no está en tu radar. El pueblo es pequeño, las casas raídas y sus habitantes, negros alegres, de fina dentadura blanca, pieles duras, recias, tostadas y aguerridas, de miradas dulces y certeras. Mujeres que tejen trenzas sin afán, cocinan con leña, pescadores que buscan  el diario: pescado y bastimento (yuca, arroz, ñame, papa) para luego balancearse a ver el mar, desde la vista de una hamaca tranquila, sin más intención que ver el sol caer y tomarse una cerveza al ritmo de un champeta, con ritmo, con esa sonoridad con la que mueven sus caderas sin mayor asomo de recato. 

Aquí nadie sufre de colón irritable y saben poco o nada de lo que es un protector solar, la natalidad es alta, eso de ser padres se les da temprano, a destiempo. "Como dicen si no tienes hijos no eres nadie", explica Guillermo, un lanchero que nos dice que quiere dos "pelaos más", pese a no tener un trabajo fijo....eso no es problema, aquí se vive lento, pausado, sin pretenciones, sin preguntarse sobre la felicidad y el éxito, solo viven el día a día. 

En la punta del rincón, está Manizales, le dicen así porque sus moradores son  paisas todos con negocios, hostales y posadas, y allí conocimos a Oscar Jaramillo, nuestro anfitrión. Un hombre seguro, amable y que aprieta fuerte, muy fuerte la mano, y te cuenta historias del rincón en el que decidió armar una posada y donde todos lo conocen.  Llegó hace 20 años y desde entonces,vive entre Bogotá y ese pueblito que le encanta. En la fría capital hace las veces de contador y asesor, de esos que recopilan noticias judiciales. En Rincón del Mar, Oscar Jaramillo, aparte de liderar su posada, con gran esmero y amabilidad, es contador de estrellas porque allí aún se pueden ver. Las ventajas de la poca luz eléctrica, los placeres del cielo despejado. El dice que ve muchas estrellas fugaces, " eso si, si miramos bien", nos advierte, como buen paisa, conversa cantando y te explica lo que pasa en esos lugares donde parece que nada pasara. 

Si, Rincón del Mar, podría entrar en la categoría de "ciudades inmóviles", de esas de las que habla Efraín Medina, pero no alcanza a ser ciudad, inmóvil si, como en un cuento de García Marquez. Donde el tiempo parece detenerse. Allí, no hay presencia del estado a juzgar por la pobreza que los arrulla, ahí es cuando todo ese rollo de las Locomotoras y los Planes de Vive Digital, etc, me dan risa y comprueban el estado permanente de  ironía en el que vive nuestro país. 

Estando ahí es imperdible el paseo a las islas: El Islote, Tintipan, Isla Mucura (y toda la historia de Fritanga) Manglar, Isla Palma y tantos pedacitos de la nada incrustados en un mar que parece de ensueño, que brota colores cristalinos, algunas veces índigos, que te muestra sus corales y te permite respirar sal, sol y esa brisa sin descanso. 

Es permanente el estado de quietud,de lejanía. Esa sensación de estar por allá, en la nada, donde puedes tragarte el mar, sus horizontes y sus rincones. Salirte de la postal, arriesgarte un poco a lo distinto del paisaje, a todos esos colores nuevos con los que se tiñe la geografía olvidada, pero que te recuerda cada día que el mar solo te provoca sonrisas.

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Fecha de viaje: 11 de octubre de 2012. Mira más detalles aquí


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