Morir, espabilar

Almorcé con Mariela hace dos semanas. Nos encontramos en el comedor de funcionarios. Me contó que se había preparado un rico almuerzo porque a ella le encantaba cocinar y consentirse. Tenía afán, había un articulo a medio hacer y quería encontrar el párrafo perfecto, pero no le salía, por eso decidió tomar el almuerzo, pensando en cómo esa pausa le devolvería las ideas, la creatividad, eso que le falta a la dura hoja en blanco.

Nunca supe si se encontró con su párrafo perfecto, no la volví a ver hasta ayer que asistí a su funeral. Si, Mariela murió hace dos días, de un infarto, poco previsto, nada probable, silencioso, rápido, un dolor que no estaba entre los presupuestos de alguien cómo ella, activa, vivaz, reaccionaria, revolucionaria, emancipadora, creativa...

Su faro era el movimiento del cuerpo, el sentir de las emociones, las respuestas certezas, el agradecer, el dar, el pensar desde el amor propio...hoy me dolió recordarla, sintiendo que espabilas y ya no estás, la vida pasa como en un telón que baja y sube sin cesar, que todo sigue, su ausencia pesa, y me pregunto dónde estás. A dónde te fuiste un día de noviembre sin avisarnos, sin sospecha alguna de la partida, sin suspicacias...como espabilar, así es la muerte, una última inhalación, un susurro, un secreto que no vuelve.

Mariela: ¿qué harías tú ante la incertidumbre? ¿encontraste tu párrafo? ¿se piensa durante un infarto? ¿me seguirías enseñando sobre el mundo desde el arte, y sin prejuicio? Tal vez, si hubiera sabido que ibas a morir te pido un consejo, una de esas frases que te salían bonitas, pero nadie dijo que te irías susurrando, y no te volví a ver, aunque abrí los ojos.


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