Recuerdos del Dar
Siempre he estado rodeada de mujeres. Estudié
desde los 5 años en un colegio de monjas, femenino. Mi padre murió cuando yo era adolescente, tengo dos hermanas y vivo
rodeada de amigas. En una familia totalmente matriarcal pude ver de cerca la
fortaleza de las que con eufemismo, somos llamadas el sexo débil.
El término debilidad, supongo, viene de la
debilidad que tenemos las mujeres por abrazar a los otros con intenso amor y
protección. Por las ganas infatigables de abrir el corazón por causas que
parecen perdidas o por la sensibilidad para percibir lo que otros no pueden
sentir con esa intuición de magas poderosas. De la debilidad por dar.
Entonces vienen a mi esos recuerdos de mujeres
que han decidido tener sus hijos solas a pesar del abandono de hombres
temerosos, de las que han optado también por no tenerlos, y se han lamido las
heridas al confrontarse con sus miedos morales internos y han sobrepasado con
valentía esa despedida; también conozco bien, a esas que se levantan desde las 4
de la mañana, a hacer almuerzos, a lavar ropa, a "alistar la lonchera de
los niños", a preparar desayunos y a salir a trabajar durante jornadas
extenuantes, intercaladas por largas llamadas telefònicas a los hijos que se quedan
solos en casa para asegurar el seguimiento de la tarea, o para saber si se
tomó la sopa, para luego, regresar, tarde en la noche, a seguir con más
trabajo, pero emocional.
Si, recuerdo también mucho a la Menchi, una
amiga peruna compañera de curso, llevando en su espalda a su bebé durante todas las clases, sin mostrar un
asomo de fatiga. De lunes a viernes cargó a cuestas a su pequeño, por eso le
recuerdo firme, aunque su espalda se veía doblada por el peso de su hijo. Con el rostro marcado por la experiencia,
Menchi, hablaba con pasión de la emisora comunitaria que tiene en Perú y desde
dónde trabaja por difundir entre las mujeres de su comunidad, cuáles son sus
derechos. Hablaba con fuerza, y de cuando en cuando, desasía sus trenzas de
cabello lacio negro, para volver a hacerlas con cierta filigrana que la hacía
también vanidosa.
La lista de mis mujeres es interminable e
inclusive son muchos los discursos que se pueden construir sobre el papel de
las mujeres en la historia, pero es mejor tener la oportunidad de hablar de las
que no salen en los libros, de esas que anónimamente construyen casa y
nación. A todas las mujeres que
recuerdo, las veo en mi memoria, dando algo de si mismas.
Si, hablo de la Menchi, o de aquella pequeña que
carga el agua todas las mañanas o por qué no de la pequeña profesora de escuela
que le enseña a sus vecinos porque la guerra no les dejó profesores en la escuela, de mi
vecina, que llora todas las noches...de las amigas que siempre me han abrazado
con su intuición.
La lista
puede ser interminable y no son reinas, ni actrices, ni son famosas, pero la
celebridad la tienen en esa capacidad de dar que nos hace infinitas.
Texto publicado en la Revista de la fundaciòn Pro Sierra Nevada de Santa Marta....
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