De paZeo

La Paz, Agosto de 2006.

A la Paz se le conoce como el centro de Bolivia y también como el Tibet en América. Porque está atrapada en una montaña que parece inaccesible y parece cerrada al resto del mundo. Pero sin duda, el orientalismo le sienta bien, porque sin duda, estar a 3600 sobre el nivel del mar supone una experiencia mística: quedar sin aliento para estar más cerca de las estrellas, más cerca de Dios.

Sin embargo, pese a tener una cercanía más estrecha con el cielo. En la Paz se siente un permanente contacto con la tierra. La montaña abraza a los paceños con cariño y sobre sus valles, picos y laderas han construido una ciudad desordenada que huele a arena y que sería la delicia de cualquier escalador que quisiera ascender en medio de avenidas, puentes y carros.

El imaginario que tenía de la Paz era distinto. Esto suele pasar con las construcciones que hacemos gracias a los medios de comunicación. Por la tele sólo avanzan manifestaciones indígenas y pobreza como de Colombia solo muestran guerra y guerrilla.

La Paz es eso y más…los bolivianos tienen una nación cifrada en la esperanza depositada en Evo Morales, sin manzana, pero con muchos problemas por resolver. Se espera que Evo saque de la pobreza a la población, en mayoría indígena, que hoy sigue padeciendo los embates de la colonia.

El rico de La Paz vive en suburbios exclusivos, aislados con murallas altas de seguridad y cercas hechas con alambres de pua. Con ventanas hechas con murano traído de Europa.

Al mismo tiempo, en el mercado del Igino, los Aimaras venden cualquier cosa para poder sobrevivir, muy pocos llegan a la universidad y hacen parte del mercado informal y de las ventas piratas que son prolíficas en películas, música, ropa de imitación de grandes marcas todo a menos de un dólar. La plata rinde en La Paz y se consiguen muchos cachivaches y joyas artesanales a muy buen precio.

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